Cada uno de los seres que habita la tierra de Nïlam concibe
el nacimiento del universo del mismo modo, aunque cada una de las razas tiene
sus propios dioses, mitos, leyendas y profecías.
La mayoría de humanos de Nïlam rinden culto a los dioses del Gran Árbol.
|
Representaciones primitivas de Yaperonte (izquierda), Hyperonte (centro) y Cleónida (derecha) |
Al principio de todos los tiempos, el universo estaba
dividido en tres niveles: el mundo acuático, el mundo terrestre, y el mundo
celeste. En la tierra no había nada, tan solo un silencio que lo inundaba todo.
Entonces, de forma inesperada, se originó una devastadora tormenta que arrasó
toda la superficie terrestre, ocupada toda por árboles y plantas, e incluso
dañando los fondos marítimos. La tormenta rugió tan feroz que sus rayos
atacaron a la flora, fulminándola casi por completo. Uno de aquellos rayos
impactó contra un gran árbol que crecía en lo más alto de un acantilado sobre
el mar. El rayo hizo que las raíces de aquel gran árbol se desprendiesen de la
tierra, haciéndolo caer acantilado abajo y ahogándolo en el mar. Fue entonces
cuando la tormenta amainó y el primer rayo de Sol tras el desastre, fue a
iluminar al árbol, cuyas raíces aún sobresalían de las aguas. Fue entonces
cuando, al unirse agua, tierra y sol procedente del cielo, surgió de los restos
de aquel árbol el primer ser caminante, Hyperonte. Nadie sabe con certeza cual
era su aspecto. Algunos cuentan que tenía apariencia humana, otros que era un
árbol capaz de hablar y caminar.
Hyperonte surgió del mar y se encontró la superficie
destrozada por aquella catastrófica tormenta. Fue entonces cuando aquel ser se dio
cuenta de que ni las llamas le quemaban, ni las espinas le pinchaban ni
permanecer bajo el agua le ahogaba. Hyperonte era un Dios. El primer Dios que
pisó la tierra. Pero tenía claro que él solo no podría restablecer aquella
devastación. Entonces fue cuando hizo que de las aguas que le habían dado vida
a él, surgiesen seres semejantes que le ayudasen en aquella tarea. De lo que quedaba
de aquel árbol fulminado, surgieron 2 dioses más: Yaperonte, representado a
menudo como un hombre con cabeza de pez; y Cleónida, representada como una
bella mujer de largo y brillante cabello bermellón o simplemente como una
estrella.
|
Representación primitiva de Étnithor |
|
Representación primitiva de Arúdane |
Los tres dioses emprendieron las tareas de reconstrucción pero
en el
transcurso de éstas, sucedió algo que lo cambiaría todo. Hyperonte
comenzó a sentir algo que no entendía. Cada vez que veía a Cleónida notaba un
calor procedente del interior de su cuerpo. Aquella sensación le dejaba
paralizado. Podía estar contemplando a Cleónida durante horas. Lo que Hyperonte
no sabía es que Cleónida había comenzado a sentirse de igual modo hacía él. Fue
el llamado “Primer Verdadero Amor”.
Cuando ambos decidieron confesarse, una fuerza les hizo acercarse tanto
el uno al otro que llegó un momento en que no sabían dónde empezaban y acababan
sus cuerpos. Se fundieron en uno sólo. De aquella unión, surgieron otros
dioses: Étnithor, el dios de la montaña; Arúdane, la diosa de los bosques; Bórnedor,
el dios del frío; Sakirina, la diosa del viento; Frúbiako, el dios de la lluvia; Branna, la
diosa del fuego; Órkeyan, el dios del desierto y Sumpiria, la diosa del amor.
|
Bórnedor |
Éstos a su vez, se casaron entre sí y engendraron los seres
que poblarían la tierra: Étnithor contrajo matrimonio con su hermana Arúdane y
engendraron a los cérvidos, los cánidos, los felinos, los bóvidos, los équidos
y los roedores. Fueron los primeros en unirse y la pareja que más seres
engendró. Órkeyan se casó con Sumpiria y engendraron a los reptiles y los
insectos terrestres. Sumpiria, que adoraba por encima de todo la belleza, no
estaba contenta con los hijos que Órkeyan le había dado porque los consideraba repulsivos
y, aunque amaba a su marido con todo su corazón, después de que de su cuerpo
surgiesen miles de insectos prometió no volver a engendrar. Frúbiako y Branna
se casaron, engendrando a los dragones. Bórnedor se unió a Sakirina y éstos
engendraron a las aves y a los insectos voladores. La diosa del viento tenía
envidia de su hermana Branna, pues había heredado el cabello brillante y rojizo
de su madre mientras que el suyo era totalmente blanco. Es por esto que sedujo
a su hermano Frúbiako, el inocente esposo de Branna, y engendraron a los peces
y seres submarinos. Su padre los descubrió antes de que Sakirina diera a luz,
embarazo que ella misma había atribuido a su esposo, y pensó en castigarlos
forzando a Sakirina a abortar. Pero Cleónida convenció a Hyperonte para que no
lo hiciese, puesto que los seres que iban a nacer no tenían la culpa del pecado
que sus padres habían cometido.
|
Sakirina |
Mientras sus sobrinos poblaban la tierra con los seres que
engendraban, Yaperonte se moría de celos pues él también estaba enamorado desde
su creación de su hermana Cleónida. Aún así, ayudaba y educaba a sus sobrinos y
a los hijos de estos. En concreto, se relacionaba con Frúbiako más que con
ninguno de sus otros sobrinos. Le llevaba a pasear por las playas y le hablaba
de lo hermosos que eran los mares. Cuando Sakirina intentó seducir por primera
vez a Frúbiako, él se negó, pero fue Yaperonte el que le animó a cometer la
infidelidad.
|
Frúbiako |
En secreto, Yaperonte planeaba envenenar a su hermano
Hyperonte e intentaba convencer a su sobrino Frúbiako para que le ayudase a
hacerlo. Un día, durante la cena, Yaperonte entregó en secreto el veneno a
Frúbiako, que se sentaba al lado de su padre, para que lo vertiese en su copa.
Más en el momento en que Hyperonte iba a beber, el propio Frúbiako gritó que no
lo hiciese y confesó lo que su tío planeaba. Fue entonces cuando Hyperonte
desterró a su hermano a las profundidades del mar, con los seres que Frúbiako y
Sakirina habían engendrado. Entonces el odio de Yaperonte hacia su hermano
creció y deseaba más que nada la venganza, aunque no sabía como llevarla a
cabo.
|
Branna |
Un día, Sumpiria salió a pasear sola por la playa, llena de
tristeza por no poder engendrar seres bellos como los que habían engendrado sus
hermanos. Cuando se acercó a la orilla, Yaperonte aprovechó la oportunidad para
vengarse y secuestró a Sumpiria, llevándosela a las profundidades del mar y
forzándola, quedando ésta embarazada. Sumpiria consiguió escapar de la ciudad
subterránea que su tío había fundado y llegó a la casa de los dioses, contando
a su familia lo que había sucedido. Todos los dioses enfurecieron y
emprendieron camino para matar a Yaperonte. Cleónida y Sumpiria permanecieron
en la casa de los dioses por el avanzado estado de gestación de Sumpiria.
Yaperonte intentó huír de sus familiares en una recóndita montaña pero éstos acudieron
con ejércitos de los seres que habían engendrado. Aquella fue la “Primera
Guerra”. Yaperonte era uno de los 3 primeros dioses y por lo tanto era mucho
más fuerte que sus sobrinos, pero tras el ataque de los ejércitos, quedó
malherido. Fue entonces cuando Étnithor acometió contra su tío, más en un
rápido movimiento escapó de su sobrino y, con saña, atacó a la esposa de Étnithor,
Arúdane, rompiéndole el cuello, cayendo muerta a los pies de su esposo y
quedando éste paralizado junto al cadáver de su amada. El resto de sus sobrinos
emprendieron un nuevo ataque contra Yaperonte, dejándole prácticamente con su
último aliento. Más era decisión de Hyperonte acabar con la vida de su traicionero
hermano. Procedió entonces a separarle la cabeza del cuerpo con su hacha de oro
y ordenando a su hija Branna que prendiese fuego a los restos.
|
Sumpiria |
Mientras la guerra contra Yaperonte se llevaba a cabo, en la
Casa de los Dioses, Sumpiria se puso de
parto. Mientras su madre le hacía de matrona, Sumpiria suplicaba que aquello
que estaba por nacer naciese muerto o que fuese ella misma la que muriera en el
parto, pues temía que lo que había engendrado fuese como lo de sus dos primeros
partos. Más no fueron ni insectos ni reptiles lo que salió de su vientre, sino
dos hermosos mellizos humanos, niño y niña. Sumpiria al ver a sus hijos, no
pudo sentirse más feliz.
|
Órkeyan |
Cuando Hyperonte y sus hijos regresaron a la Casa de los
Dioses, quedaron sorprendidos ante la alegría de Sumpiria. Hyperonte estaba
decidido a matar a los niños humanos pero al ver después de tanto tiempo la
sonrisa de su hermosa hija, decidió dejarlos vivir pero con la condición de
abandonar el mundo terrestre una vez que los niños pudiesen valerse por sí
solos. Y así fue, Sumpiria crió a sus hijos y les enseñó a mantenerse. Les
enseñó a plantar y recoger los frutos de la tierra, pero también les enseñó a
cazar y pescar, lo que la enemistó con sus hermanos. Cuando los niños
alcanzaron la edad de 17 años, Hyperonte cumplió su palabra. Él y el resto de
su familia trasladaron la Casa de los Dioses al mundo celeste, abandonando a su
suerte a los humanos y el resto de criaturas.
Aún así, desde los cielos, Hyperonte y el resto de dioses
vigilaban lo que acontecía en la tierra. Étnithor observaba con desprecio como
los humanos se iban extendiendo por la tierra a lo largo de los años, matando a
los seres que él y su difunta esposa habían engendrado. Más un día, mientras
observaba, encontró a una humana cuyo rostro le dejó fascinado, pues era exacto
al de Arúdane. En secreto, Étnithor comenzó a visitar a la humana, llamada Târil,
bajando al mundo terrestre en forma humana. Al principio Târil, joven humana
dedicada a la cría de ganado, no prestaba atención a Étnithor y le rechazaba una
y otra vez. Pero al final, Târil se dio cuenta de que Étnithor estaba realmente
enamorado de ella y de que el sentimiento era correspondido. De su unión,
nacieron las Völur, semidiosas con habilidades mágicas. Hyperonte vio en ellas
una forma de estar presente en el mundo terrestre y les otorgó también la
habilidad de comunicarse con los dioses y les encargó la tarea de velar por el
bien de la tierra. Algunas Völur se unieron con humanos y de este modo nacieron
las brujas y los magos.
Así fue como empezó la vida tal y como se conoce hoy en día
en las tierras de Nïlam. Otros muchos seres fueron creados a lo largo de la
historia, pero sin intervención divina. Pero eso ya, es otra historia…